Desde que vivimos en el campo, disfruto muchísimo más de la naturaleza y del paso de las estaciones. Lo más curioso es que esa naturaleza siempre ha estado ahí: en mi pueblo de los Pirineos oscenses, en Ginebra… Pero antes no la veía. En todo caso, no la veía como la veo ahora. Ahora la veo y la saboreo con todos los sentidos; y creo que esto se lo debo en gran parte a Inés; porque a través de los ojos de los niños todo es novedoso, el más pequeño detalle que a nosotros se nos escapa, como la hormiga en la puerta de casa o la amapola que se mece al ritmo del viento.
Si fuera por ella, no llegaríamos nunca a casa al salir de la guardería porque nos cruzamos en el camino con campos de flores, vacas, caballos, y se querría parar cada dos minutos. Por desgracia, el ritmo de trabajo y obligaciones varias no nos deja entretenemos mucho, atados como estamos constantemente al reloj; pero de vez en cuando me llevo la cámara cuando voy a buscarla y nos paramos donde ella quiere. Descubrimos la naturaleza juntas y yo aprovecho para hacerle fotos sin que ella se dé cuenta.
Una de las cosas que más me gusta de Suiza son sus granjas de flores en libre servicio. Tú vas, coges las flores que quieras y dejas el dinero en una caja sin que nadie controle si estás dejando el importe justo o si te has llevado las flores sin pagar. Este país funciona tan bien por la conciencia cívica de (la mayoría de) los ciudadanos y la honestidad de la gente te incita a ser igual de honesto. Por supuesto que habrá gente que no respete el sistema, pero es una minoría y ojalá que esa minoría no haga que cambien las cosas.
Hoy en este post os enseño uno de esos campos de flores en libre servicio que tenemos al lado de casa. No es grande ni espectacular, pero para mí es un lujo poder tenerlo tan cerca y cortar nuestro propio ramo. A Inés le gustan las flores tanto como a mí; no hay paseo del que no venga con un ramo de flores silvestres para mí y se quiere parar siempre en la floristería.
Ese día cogimos unos tulipanes preciosos y después nos paramos en uno de los muchos campos de colza que nos rodean. Cuando florecen, ya sabemos que tenemos aquí la primavera.
Espero que os gusten las fotos y os invito a que miréis a vuestro alrededor y disfrutéis de la naturaleza como si lo hicierais a través de los ojos de un niño.
Me ha encantado marta leerte y ver estas fotos tan preciosos… Vivir en el campo tiene que ser lo mas…yo vivo en la ciudad y los fines de semana escapo buscando esa naturaleza que tanto nos da😘😘😘
Precioso post…encantada de leerte siempre q puedo y disfrutar con tan bonitas imágenes… Un beso
Marta, me encantan todas estas fotos! No sé si es ese cielo gris que contrasta tanto con las flores o qué, pero te felicito porque son una pasada! Yo ya cuento las horas para escaparnos a Orfes y rodearme de campos de colza, flores, trigo, amapolas… Para mí, pura inspiración.
Qué preciosidad de fotos, Marta! Me ha encantado el post