Una de las cosas que más hecho en falta en mi casa es el típico pasillo recibidor. Cuando abres la puerta, llegas directamente al salón. La planta baja está concebida como un loft, un gran espacio abierto que le da mucha amplitud y luz, pero le quita ese lugar en el que dejas tus cosas al llegar a casa. En las fotos de decoración, igual da no tener ese espacio, pero en la vida real en algún sitio tienes que dejar las llaves, los zapatos y las facturas que te acaba de dejar el cartero.
Lo que yo quería era intentar marcar como recibidor de alguna manera ese rinconcito justo al lado de la puerta de entrada, pero conservando al mismo tiempo la armonía con el resto del salón, porque, por ejemplo, no me convencía poner un zapatero y un perchero que íbamos a ver constantemente desde la mesa del comedor. Desde que nos mudamos, tenemos ahí un mueble balinés de tekka que lleva con nosotros muchos años y del que no pienso desprenderme por mucho que me guste la decoración nórdica. Lo usamos como zapatero (aunque no lo sea) y como mueble recibidor donde dejar las llaves, el bolso, etc. Era un buen punto de partida para decorar esta zona, pero le faltaba algo y no sabía el qué hasta hace unos meses, cuando conocí la marca Sukhi y me enamoré de sus alfombras artesanales Beni Ouarain y de la labor social que realiza la marca. Hacía mucho que Instagram me había creado la necesidad de tener una de estas preciosidades, pero no tenía ni idea de cómo hacerme con una auténtica sin tener que ir a Marruecos y asegurándome de que los métodos de producción garantizaran unas condiciones laborales justas.
Me gustó mucho la filosofía de Sukhi, y todo lo que están haciendo en Marruecos para darles un trabajo digno a las mujeres que fabrican estas alfombras. Me impresionó que cada pedido es personalizado: tú encargas el modelo que quieres y lo mandan hacer (de hecho, la alfombra llega incluso con el nombre de la persona que la ha confeccionado. La mía de la debo a Sakia). En el mundo de la fabricación masiva y del usar y tirar en el que vivimos, valoro muchísimo lo auténtico, lo hecho a mano y lo que dura en el tiempo.
El modelo que elegí, Aicha, me parece que se adapta a la perfección a mi casa: tiene un toque étnico y a la vez contemporáneo que consigue una transición perfecta entre el mueble balinés y el resto del salón, mucho más contemporáneo. Es una alfombra pequeñita, aunque sus medidas corresponden a la longitud del mueble, y lo que no me esperaba es que fuera tan mullida y agradable. De hecho, al recibirla incluso estuve dudando en ponerla en la habitación de Inés y Théo, porque la lana es tan suave que se sientan mucho ahí a jugar (sí, otro rincón de la casa que han conquistado).
Os dejo las fotos que le hice al “recibidor no recibidor” en uno de esos breves momentos en los que estaba ordenado y un video muy emotivo sobre las mujeres que hacen las alfombras Ben Ouarain de Sukhi en Marruecos. Aviso que esta alfombra os va a crear una necesidad 😉
Marta!! Me encanta la alfombra, el mueble, el no recibidor, TODO! Y las fotos con Theo son preciosísimas!!! Mil besos!!!
Muchísimas gracias, Martina. Con el buen gusto que tú tienes!