Ya ves que mis primeros posts de este blog están siendo sobre primeras veces: primeros pasos escribiendo un blog, primeras fotos fuera del contexto familiar… Y hoy te quiero hablar de mi primera experiencia como alumna de fotografía culinaria en Le Petit Atelier-Bistrot, organizado por Inés, que seguramente conocerás como @lespetiteschosesdudimanche en Instagram.
Cuando vives en Suiza, pero tus principales vínculos con el mundo de la fotografía están en España, es bastante frustrante no poder participar en la gran cantidad de clases presenciales y eventos que se organizan ahí. Se echa en falta simplemente la posibilidad de quedar cualquier día a tomar un café con personas que has conocido a través de la red y que, con el paso del tiempo, se han convertido en verdaderas amigas.
A mí me gusta desvirtualizar a la gente y siempre que lo he hecho, como cuando conocí a @marapazos, @mariacalcetines y @martavil78 en Santander o a @chispa24 y @mallorkids en Mallorca, se han confirmado las buenas sensaciones que había tenido en el mundo 2.0.
Una de las personas a las que tenía muchísimas ganas de conocer desde hacía tiempo era Inés. La sigo desde mis comienzos en Instagram, cuando le hacía una foto a una taza y una cuchara y me parecía que era el súmmum de la fotografía de bodegón (todavía no la he borrado de mi galería. Nunca hay que renegar de nuestros orígenes, jajaja). Sin conocerme, a lo largo de los años me ha dado consejos sobre crianza, fotografía o lo que surgiera en ese momento.
Cuando me dijo que estaba organizando un curso de fotografía y estilismo culinario en su preciosa casa del Empordà, que tantas ganas tenía de ver en directo, mi cabeza se puso a maquinar: “Quiero ir. Pero ¿es razonable? ¿Con un bebé de menos de tres meses? ¿Cómo convenzo a Philippe? ¿La logística es factible?”. Empecé a tener claro que quería hacer todo lo posible por ir cuando me di cuenta de que, además, la clase era al lado de donde pasan los fines de semana unos muy buenos amigos y que era la excusa perfecta para combinar la clase con un fin de semana con ellos.
Te ahorro las negociaciones familiares, dignas de las altas esferas de la diplomacia internacional, porque ya sabes que pudo mi locura a la sensatez maridil. Lo que te quiero contar es la experiencia, que empezó muchísimo antes del curso, al descubrir a las otras participantes y ver que las conocía a todas. No me podía creer que las fuera a desvirtualizar.
Siguió con un prolífico intercambio de mensajes (con días de más de 500. Vamos, los que suelo tener yo en un mes contando los mensajes de familia y amigos). Las semanas previas al Atelier hubo montones de risas y empezamos a compartir mucho más que fotografía. En esas semanas previas, Inés ya empezó la clase. Como en las horas que íbamos a tener no iba a dar tiempo a abordar aspectos de fotografía básica, propuso darnos un repaso para quien lo necesitara.
Y, después de muchos nervios, por fin llegó el día y una de las cosas que más recuerdo es entrar por la puerta y verlas a todas. No sé si me creerás, pero hasta carne de gallina se me puso de tantas buenas vibraciones que había en esa casa. Y, a partir de ese momento, al día le faltó horas. La clase fue interesantísima (Inés compartió absolutamente toda su experiencia en fotografía y estilismo culinario); la decoración, de la mano de @jardindemamaana, y la papelería, de @latortuguitablanca, de un gusto exquisito; la comida, preparada por el marido de Inés (@mariuscarbonell), riquísima, y los camareros (sus dos peques), qué te voy a decir de ellos, si ya habrás visto lo preciosos que son en Instagram.
Yo creo que ese día de casa de Inés no me habría movido nadie. Nos quedaron conversaciones para dos o tres Ateliers más y por una vez no pasé por “la loca de la cámara” porque absolutamente todas están igual de locas por la fotografía que yo.
Gracias otra vez, Inés, por tanta generosidad y por hacer que mi primer evento instagramero sea inolvidable.
Me encantan las fotos! Y la ilusión que transmite cómo lo explicas.
Muchísimas gracias, Raquel. Es que me hizo mucha ilusión asistir y conocerlas a todas.
Un abrazo,
Marta