Las amigas. Son las que muchas veces te conocen tanto que da vértigo; las que te han visto construirte como persona; con las que hacías todos los días el camino de la escuela o que llegaron más tarde, en un anfiteatro de universidad; esas con las que puedes hablar durante horas y, a las que, al llegar a casa, tienes que llamar porque te has olvidado de contarles algo.
Las amigas. Esas que suben a la montañeta al lado de casa a medianoche para cantarte cumpleaños feliz; las que rompen la hucha para ayudarte a comprar gafas nuevas cuando se hacen añicos en el recreo y que así tus padres no se enfaden; las de las primeras acampadas y las primeras fiestas; a las que les cuentas tus primeros flechazos; las que se fueron contigo de viaje de estudios; con las que te peleas, pero solo para acabar aún más unidas.
Las amigas. Las que están ahí dando el callo en las duras y en las maduras; las que cogen el avión para venir a verte cuando hay algo que celebrar; con las que te escribiste primero cartas eternas, luego correos electrónicos y ahora WhatsApps; a las que admiras y te motivan a superarte.
Las amigas. Las de toda la vida, pero también las nuevas; las que conoces de mayor y vuelven a despertar en ti la ilusión de una nueva amistad; las que comparten pasiones, experiencias similares o simplemente te acompañan en una faceta de tu vida.
Cuando Alice, Cécile et Nadine me pidieron una sesión de embarazada de las tres juntas, me vino todo esto a la cabeza. Amigas. Las tres embarazadas al mismo tiempo y con ganas de inmortalizar ese momento tan especial. Me acordé de mis amigas, pensé en la suerte que tenían de estar embarazadas al mismo tiempo y poder compartir esa etapa tan especial; me sentí una privilegiada de pasar un rato con ellas, sin conocerlas de nada, y poder inmortalizar esa amistad, esa alegría que desbordaban por los cuatro costados. Hoy creo que no es necesario escribir más. Las fotos hablan por sí solas.
Precioso Marta.